Observatorio de Financiamiento para el Desarrollo. Nota Técnica Nº 7, septiembre 2024 – febrero 2025
ISSN digital: 2806-5603
América Latina ante un escenario con crecientes incógnitas
Universidad de Buenos Aires (UBA)
Recibido: 20 de julio de 2024
Aceptado: 28 de agosto de 2024
El artículo examina los desafíos que enfrenta América Latina en un contexto global marcado por conflictos y crisis, como la financiera de 2008 y la pandemia de 2020/2021. Estas crisis han expuesto y profundizado desequilibrios estructurales en la región, afectando desproporcionadamente a los sectores más vulnerables. A pesar de los rescates públicos, los costos recaen sobre quienes menos tienen, perpetuando la desigualdad. Además, se destaca la necesidad de diversificar economías y adaptarse a nuevas dinámicas comerciales, en un entorno donde la confianza en la globalización ha disminuido significativamente.
The article examines the challenges facing Latin America in a global context marked by conflicts and crises, such as the financial crisis of 2008 and the pandemic of 2020/2021. These crises have exposed and deepened structural imbalances in the region, disproportionately affecting the most vulnerable sectors. Despite public bailouts, the costs fall on those who have the least, perpetuating inequality. In addition, the need to diversify economies and adapt to new trade dynamics is highlighted, in an environment where confidence in globalization has diminished significantly.
§ Profesor de la UBA. Coordinador del Grupo de Trabajo “Propuestas para la Integración de Américas Latina” de CLACSO. Contacto: jorgemarchini@gmail.com
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En el contexto actual de enorme crecimiento de conflictos que se observa en el mundo, cuyas mayores evidencias inmediatas son las confrontaciones bélicas en Ucrania y Medio Oriente y las tensiones en el Mar de China. se encuentra presente una fuerte alteración de los vínculos económicos y financieros internacionales.
Momentos particularmente críticos en la primera parte de este siglo, como fueron la crisis financiera de 2008 y la pandemia de 2020/2021, pusieron en evidencia serios desajustes estructurales y dejaron abiertas secuelas significativas que no fueron superadas y vuelven a ponerse en evidencia en la actualidad. Ambas crisis demostraron desequilibrios profundos entre países y dentro de las sociedades que no solo no se revirtieron, sino se profundizaron con posterioridad (Cheema et al., 2022).
Gigantescos rescates públicos lograron mitigar una mayor desestructuración de las sociedades, en especial por el sostenimiento del sistema financiero privado con ingentes recursos públicos, sin beneficiar a quienes más lo necesitaban (Martínez Seijas, 2016). Paradójicamente, son ahora países y sectores sociales más postergados a quienes se les impone pagar con mayores sacrificios la mayor parte de los costos cargados en deuda pública. En lugar de resolver problemas estructurales, las medidas adoptadas generaron más desequilibrios posteriores a nivel global, retroalimentando contraposiciones geopolíticas, económicas y sociales que producen mayores tensiones.
Entre estos desequilibrios destacan: el aumento del endeudamiento público y privado, las crecientes diferencias económicas entre países y dentro de cada uno, y el resurgimiento de peligrosas tendencias chauvinistas, el racismo y la exclusión social. A ellas se suman efectos disruptivos y de incertidumbre de rápidos cambios tecnológicos, la reestructuración de las cadenas de valor y el desplazamiento de empleos; factores friccionales que agravan las desigualdades y crean un entorno de inestabilidad. En forma paralela, el cambio climático y los riesgos ambientales han adquirido mayor urgencia, lo que añade una dimensión crítica al panorama global.
El consenso a favor de mercados abiertos y la globalización que prevaleció durante las últimas décadas en gran medida ha desaparecido. En su lugar, han ido creciendo tendencias proteccionistas y confrontativas. Las divergencias internacionales están aumentando, con divergencias cada vez más confrontativas y la creciente esterilidad y/o marginación de organismos o instancias multilaterales para la resolución de disputas.
Ante este panorama, aun no existiendo al momento conflictos con la virulencia que se observa en otras regiones, surgen interrogantes para los países latinoamericanos ante enormes desafíos. La región se encuentra en un momento decisivo: ¿se marcha hacia una etapa de “sálvese quien pueda” y mayor separación?, ¿o es el momento de reconocer la necesidad y la posibilidad de una mayor integración y complementación regional?
En la experiencia histórica de la región son relevantes los esfuerzos por lograr una integración independiente en América Latina. Así es que ante grandes conflictos mundiales en el siglo XX prevaleció, aun con distintas orientaciones y énfasis, una perspectiva común de pacifismo y neutralidad diferenciada de Estados Unidos que aspiraba al seguimiento regional de su política exterior. Aún así, iniciativas integradoras
independientes posteriores a la Segunda Guerra Mundial (1939/1945) como la creación de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC y su continuidad en ALADI), y proyectos ya en el siglo XXI como el Banco del Sur, la UNASUR y la CELAC quedaron frustrados o congelados. ¿Qué perspectivas plantea para Latinoamérica el nuevo escenario mundial? (Villarreal García et al., 2023).
Contra pronósticos optimistas de un crecimiento rápido y sostenido en la pospandemia COVID-19 se han agudizado dificultades. La necesidad de implementar políticas de gasto masivo para contrarrestar el colapso económico llevó a un aumento sin precedentes en los niveles de endeudamiento, tanto a nivel público como privado. Si bien estas medidas evitaron un colapso inmediato, dejaron a muchas economías con niveles de deuda insostenibles y con una capacidad limitada para enfrentar nuevas crisis.
Muchos países de la región ya estaban altamente endeudados antes de la pandemia, y las medidas de emergencia aumentaron la carga de endeudamiento. La recuperación económica ha sido lenta y desigual, lo que ha generado un panorama de vulnerabilidad financiera. Los países enfrentan importantes desafíos fiscales y dudas respecto a su capacidad para pagar sus deudas sin recurrir a medidas de austeridad insoportables que podrían agravar aún más las tensiones sociales (CEPAL, 2023).
Al aumento del endeudamiento mundial se suma la creciente desigualdad, tanto entre los países como dentro de ellos. Las economías más desarrolladas han logrado recuperarse más rápidamente, mientras que muchas economías emergentes, incluida gran parte de América Latina, se encuentran en una situación más precaria(Banco Mundial, 2024). Dentro de los países, las brechas entre ricos y pobres se han ampliado, lo que genera tensiones sociales y políticas. En este contexto, el chauvinismo, el racismo y la exclusión social han ganado terreno, alimentados por la frustración y el descontento de amplios sectores de la población que no se sienten beneficiados por las políticas económicas y un sistema político que perciben ajeno.
En América Latina, la dinámica es evidente. Las tensiones étnicas, raciales y sociales, que en algunos países han sido históricamente reprimidas o ignoradas, están volviendo a surgir con fuerza. Esto es particularmente visible en países con grandes poblaciones indígenas y afrodescendientes, donde las desigualdades estructurales y la exclusión social han sido características persistentes de la vida cotidiana. Los discursos excluyentes y xenófobos también se han intensificado. El aumento de las migraciones desde países en crisis ha exacerbado narrativas que promueven políticas de exclusión.
Simultáneamente, el mundo se encuentra en medio de una revolución tecnológica que está transformando radicalmente las formas de producción, el empleo y las cadenas globales de valor. La automatización, la inteligencia artificial y la digitalización han alterado profundamente las estructuras económicas, desplazando empleos en sectores tradicionales de alta absorción (industrias, empleo público, agropecuarios) y generando incertidumbre sobre el futuro del trabajo a millones de personas.
Otro de los factores que contribuye a la inestabilidad económica y social en la región es la transformación tecnológica que ha cambiado radicalmente los sistemas de producción y las cadenas de valor a nivel global. La automatización, la digitalización y el auge de la inteligencia artificial están redefiniendo los sectores productivos, lo que ha generado el desplazamiento de empleos en sectores tradicionales como la manufactura y la agricultura.
En América Latina, esta transformación presenta importantes escollos. La región ha dependido históricamente de la exportación de materias primas y productos de bajo valor agregado, lo que la hace particularmente vulnerable a los cambios en las cadenas de valor globales. A medida que las economías avanzadas adoptan tecnologías más sofisticadas, la demanda de productos primarios disminuye, lo que puede llevar a una caída en los ingresos de exportación para muchos países de la región (OMC, 2023).
Además, la rápida adopción de tecnologías digitales ha creado una brecha entre aquellos que tienen acceso a estas herramientas y los que quedan excluidos. Esto ha generado nuevas formas de desigualdad dentro de los países, exacerbando las divisiones sociales y económicas. En este contexto, los gobiernos de América Latina enfrentan la necesidad excluyente de adaptar sus economías a las nuevas realidades tecnológicas, al mismo tiempo que buscan reducir las brechas de acceso y garantizar que la población pueda beneficiarse de los avances en innovación.
Una de las mayores preocupaciones es la desindustrialización de la región. A pesar de su alto nivel de urbanización, América Latina ha visto un declive en su base industrial, lo que ha llevado a un aumento en la dependencia de las exportaciones de materias primas y a una creciente primarización de sus economías (Rosales & Herreros, 2017). Esto no solo limita las oportunidades de empleo en sectores de alto valor agregado, sino que también perpetúa las desigualdades económicas al concentrar la riqueza en un pequeño grupo de élites beneficiadas por la internacionalización.
La falta de una base industrial sólida también expone a la región a choques externos, como las fluctuaciones en los precios de las materias primas, el desabastecimiento de insumos así como crisis financieras globales. Revertir este proceso de desindustrialización es esencial para que América Latina pueda desarrollar una economía más diversificada y resiliente, capaz de competir en el mercado global, lograr más capacidad de respuesta a eventuales rupturas de abastecimiento y ofrecer mejores condiciones de vida para su población.
A nivel global, las transformaciones tecnológicas están reconfigurando las cadenas de valor. La creciente tendencia hacia la relocalización y la regionalización de la producción podría afectar a las economías dependientes de las exportaciones de materias primas, como son en general las de América Latina, que han construido sus modelos de desarrollo en torno a la integración en las cadenas de valor globales (OIT, 2021).
En América Latina, donde una gran parte de la fuerza laboral sigue empleada en sectores de baja productividad y alta informalidad, estos cambios representan un desafío particular. El desplazamiento de empleos podría exacerbar aún más las desigualdades existentes y aumentar el descontento social, lo que generaría un entorno propicio para la inestabilidad política.
Además de los desafíos económicos y tecnológicos, la evolución del cambio climático representa una amenaza latente mayor para la estabilidad global. La mayor frecuencia de fenómenos climáticos extremos, como altas temperaturas, sequías, tormentas, están afectando sensiblemente las regiones más vulnerables del planeta, incluidas muchas áreas de América Latina (UNEP, 2021).
Los países de la región, en su mayoría altamente dependientes de los recursos naturales, enfrentan riesgos significativos derivados del cambio climático y la falta de criterios estratégicos para el aprovechamiento ventajoso y racional y de sus recursos. Las sequías prolongadas, la desertificación y la degradación de los suelos están afectando la producción agrícola y amenazando la seguridad alimentaria. En tanto los desastres naturales relacionados con el clima generan desplazamientos masivos de población resulta mucho más notoria la falta de recursos de apoyo para la contención social.
A pesar de la urgencia de la situación, las políticas globales para mitigar el cambio climático son insuficientes. Los compromisos asumidos, como el Acuerdo de París, no han sido acompañados de acciones concretas que garanticen una transición justa hacia economías más sostenibles. Para América Latina, esta falta de acción representa una amenaza significativa y urgente, ya que la región es especialmente vulnerable a los efectos de alteraciones ambientales y climáticas.
En este contexto, la confianza en los mercados abiertos y la globalización, que dominó la economía mundial durante las últimas décadas, ha disminuido drásticamente. La pandemia de COVID-19 puso de manifiesto las fragilidades de las cadenas de suministro globales, mientras que las tensiones comerciales entre las principales potencias económicas, como Estados Unidos, Europa y China, han ido socavado los principios del libre comercio.
La globalización, que durante muchos años fue vista como un motor de crecimiento y desarrollo, ha sido cuestionada, y el proteccionismo ha vuelto a ganar terreno en muchos países. En lugar de fomentar la cooperación, las respuestas a las crisis han estado marcadas por un aumento del nacionalismo económico, las barreras comerciales y las políticas de “sálvese quien pueda”. Estas tendencias están fragmentando el sistema internacional y generando un entorno de competencia destructiva entre naciones.
Además de los desafíos económicos, sociales y ambientales, el mundo enfrenta cambios geopolíticos que agravan el riesgo de una nueva crisis global. La guerra en Ucrania, las tensiones entre Estados Unidos y China, y los conflictos en Medio Oriente son algunos de los ejemplos más claros de cómo las rivalidades entre potencias están desestabilizando el endeble equilibrio mundial.
Como ya mencionó, los países han adoptado crecientemente políticas proteccionistas y de nacionalismo económico, lo que ha debilitado la cooperación internacional. Las tensiones
están llevando a la fragmentación de la economía global en bloques económicos rivales, lo que podría tener consecuencias devastadoras para los países en desarrollo que dependen de las exportaciones
América Latina, que ha sido históricamente dependiente de las exportaciones de materias primas y productos básicos, está particularmente en riesgo. Las tendencias hacia la regionalización y la relocalización de la producción en las economías avanzadas están afectando a los países de la región, que enfrentan una disminución en la demanda de sus exportaciones tradicionales. Esto plantea la necesidad urgente de diversificar las economías y adaptarse a las nuevas dinámicas del comercio internacional.
En este contexto de tensiones geopolíticas, América Latina se enfrenta a un desafío particular: cómo posicionarse en un mundo cada vez más polarizado. Históricamente, la región ha adoptado una postura neutral e integradora, evitando alinearse con las grandes potencias en momentos de conflicto. Sin embargo, el aumento de las tensiones globales presiona a los países latinoamericanos a tomar decisiones críticas sobre su alineación o independencia geopolítica.
Para pasar de las enunciaciones a la realidad, América Latina necesita implementar una serie de pasos concretos. Por supuesto, una integración política mayor es aspirable, pero puede comenzarse con lo urgente, necesario, factible y realizable.
Ante este panorama global incierto y lleno de tensiones, América Latina enfrenta una disyuntiva crucial: optar por un mayor aislamiento, en un contexto de creciente competencia y proteccionismo, o buscar una mayor integración regional como una forma de enfrentar dislocaciones y crisis esperables en el próximo período.
Para América Latina, esta dinámica es particularmente preocupante. Además, las crecientes desigualdades económicas tanto entre los países como dentro de ellos son factores que no pueden ser ignorados por tener efectos multiplicadores perturbadores. América Latina es una de las regiones más desiguales del mundo, y esto se ha exacerbado desde la pandemia. Mientras que algunos sectores de la población lograron beneficiarse de las oportunidades que surgieron con la digitalización y el trabajo remoto, la mayoría de la población, centralmente en sectores informales, enfrentó un deterioro en sus condiciones de vida. El aumento de la pobreza y la desigualdad alimenta el descontento social, así como la posibilidad de conflictos, de la marginalidad y la violencia.
En un contexto de incertidumbre global, los países de América Latina enfrentan una serie de desafíos cruciales. La pregunta que se plantea es si la región está condenada a un periodo de mayor fragmentación y separación, o si, por el contrario, existe la oportunidad de avanzar hacia una mayor integración regional aun teniendo en cuenta la existencia de condiciones y experiencias particulares y distintas de cada uno. Para responder a este interrogante, será necesario analizar tanto el fluido contexto internacional como las condiciones y dinámicas internas de la región. Servirá tomar en cuenta los antecedentes de integración latinoamericana y los obstáculos que han impedido un desarrollo regional más cohesionado. Pero estamos ante un mundo distinto.
Los tiempos corren rápido. Existen riesgos claros: mayores tensiones entre países que ante la agudización de problemas e inestabilidad podrían desencadenar disputas comerciales, devaluaciones competitivas, conflictos migratorios y acentuar la asimetría entre las economías más grandes y las más pequeñas de la región. Con otra perspectiva, por el contrario, la superposición de problemas y dislocaciones crecientes convocan en forma urgente a buscar caminos comunes, claro que, en forma complementaria, cabe preguntarse para qué y para quién. Son temáticas significativas de atención imprescindible.
Banco Mundial. (2024). Informe anual 2023.
https://www.bancomundial.org/es/about/annual-report
CEPAL, NU. (2023). Deuda pública y restricciones para el desarrollo en América Latina y el Caribe. Comisión Económica para América Latina y el Caribe. https://www.cepal.org/es/publicaciones/48909-deuda-publica-restricciones- desarrollo-america-latina-caribe
Cheema, Muhammad A., Faff, Robert, & Szulczyk, Kenneth R. (2022). The 2008 global financial crisis and COVID-19 pandemic: How safe are the safe haven assets? International Review of Financial Analysis, 83, 102316.
https://doi.org/10.1016/j.irfa.2022.102316
Martínez Seijas, Eduardo. (2016). La crisis de 2008: 15 años después. Universidad de Valladolid.
OIT, Organización Internacional del Trabajo. (2021). El futuro del trabajo. En Informe 100 años. https://www.ilo.org/100/es
OMC. (2023). Informe sobre el comercio mundial 2023—La reglobalización para un futuro seguro, inclusivo y sostenible. https://www.wto.org
Rosales, Osvaldo, & Herreros, Sebastián. (2017). Desafíos de la competitividad exportadora en América Latina y el Caribe. Estudios Internacionales, 49, 125–141. https://doi.org/10.5354/0719-3769.2017.47536
UNEP, UN Environment Programme. (2021, enero 25). Facts about the climate emergency. https://www.unep.org//facts-about-climate-emergency
Villarreal García, Julio Francisco, Portugal Jesus, Lua Haylee, Carrion Loyola, Andrea Alejandra, & Quispe Robles, Jhoan Luis. (2023). Una revisión a la integración latinoamericana: De la ALALC a la ALADI. Apuntes del Cenes, 42(76), 227–256. https://doi.org/10.19053/01203053.v42.n76.2023.16160